martes, 11 de marzo de 2008

Cuento

Memorias de internacion

Hospital militar central, 15, setiembre, 1991, 5:03 hs.
Gritos angustiosos provenian de una vieja garganta, vehiculos de la muerte acechante, mercaderes de los limites de lo racional, y proveedores de un futuro incierto. Su intima escencia hacia de ellos algo cierto, real, casi tangible para aquel que, merced a sus sentidos, fuera capaz de transgredir las fronteras de lo comun y se dejara envolver por ellos.
Pero, ademas de mi, no existia otro capaz de hacerlo, quizas ni siquiera lo suficientemente desequilibrado como para intentarlo. La razon de que yo si lo intentara y lo lograse, estaba dada por la evidente descompensacion entre mi organismo y el mundo externo, la que provocaba una tension que me obligaba a efectuar movimientos, ya fueran fisicos o mentales, con la premisa de recobrar el equilibrio poco antes interrumpido.
La irrupcion de las enfermeras en la habitacion no logro alterar la incoherencia racional en que me habia sumido, por el contrario, la estimularon. Controlaron que las dos ancianas estuvieran bien, y se fueron, cerrando la puerta tras la amarga sonrisa. Y el cuadro volvio a ser el mismo.
Pintado habia un rectangulo tridimensional de paredes color crema e, incluidos dentro de el, dos camas guardando los cuerpos de dos seniles mujeres de pelo blanco, y, junto a ellas, sus frascos de suero. Un pincelazo me hizo aparecer a mi, conteniendo la forma irregular de un sillon un tanto añejo.
La discordinacion fisico-psiquica que muchas veces me acompañaba, me hacia visionar un posible futuro ocupando el lugar de alguna de las señoras, mujeres que recordaban su presencia con profundos ronquidos, producto de los tranquilizantes ingeridos, entremezclados con dulces quejidos de animal en trance.
Pero nada de eso lograba distraer mi atencion, centrada en la atrayente agonia de la muerte. La muerte estaba muriendo. Aparentemente, no fue capaz de soportar el cumulo de decesos, y decidio autoeliminarse.
Iba a vivirse.
Yo, sentado con parcimonia en el sillon, observaba el fenomeno como testigo casual: la muerte iba a desaparecer, se convertiria en vida, trayendo consigo la eternidad.
Viviriamos para siempre, ¿habria algo mas maravilloso que eso?
Si, efectivamente, rondando el suicidio de la muerte habia algo que, por su abrupta forma de aparecerseme, me parecio maravillosamente terrorifico y escalofriante.
El ocuparia el lugar de la muerte como inmediato heredero. Seria el encargado de hacernos ver que la muerte no era algo tan malo. Que comparado con el tirano sucesor, ella seria anhelada nuevamente, pedida a gritos, reclamada con vehemencia.
Pero ya nada podria evitar el suceso.
Esa noche, ante mi alelada mirada, la muerte sucumbio y se convirtio en eternidad.
Poco despues, millones de gritos anunciaban que el heredero habia comenzado su periodo.
El periodo del dolor eterno.

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